PALABRA ESCRITA Y PALABRA SONORA (D.G.M.)
Palabra
escrita y palabra sonora
Normalmente estamos acostumbrados a percibir los
sonidos, que no el ruido, como parte de la realidad que vemos, exceptuando a
las personas con discapacidad auditiva.
Rara vez escuchamos desde el silencio, muy al
contrario, el ruido mental está ronroneando o gritando de manera continua, bien
enjuiciando lo que vemos u oímos, bien con el propio programa de ocupaciones y
preocupaciones temporales.
No es corriente que la gente separe la
información desde los diferentes sentidos, de manera que escuche, toque,
deguste, olfatee con los otros sentidos anulados voluntariamente, sin embargo
resulta ser un ejercicio perceptivo muy edificante. Puede ayudarnos a silenciar
nuestra mente, a percibir con mayor objetividad, sin interferir a priori en lo percibido.
Aprender a Ver desde los diferentes canales
sensoriales aislados, aumenta, no solo el desarrollo del sentido concreto
utilizado, sino también la capacidad de organizar la información y su
comprensión. Cuando separamos la información de cada canal podemos percibir
aspectos de información que desde la percepción integrada se desvanecen. Podemos
descubrir matices en los que no habíamos reparado, conocer detalles que enriquezcan
y completen el conjunto percibido.
Toda esa información también puede ayudarnos a
entendernos más y mejor a nosotros mismos y por extensión al resto de las
personas. Además, si en lugar de volcar continuas evaluaciones, calificaciones
y juicios, de poner etiquetas automáticas a aquello que percibimos, fuéramos
capaces de simplemente percibir, lejos de contextos prefabricados y almacenados
en el esquema de nuestra condición, no me cabe duda de que nuestra mente se
silenciaría, conduciendo a nuestros sentidos y a nosotros mismos a una ligereza
casi olvidada ya.
Seríamos capaces de deshacernos del peso grabado
en nuestros genes, en nuestro pensamiento, en nuestras vidas, deshilvanando la
madeja que sujeta y comprime cada vez con más fuerza, una madeja construida con
odio, prejuicios, violencia, desprecio, angustia y miedo.
Podríamos salir del laberinto de arrogancias,
egoísmos y soberbias que nos mantiene envueltos y sometidos.
Podríamos recuperar la limpieza en la mirada que
no es otra cosa que el brillo de un Origen manifestado en la pureza del corazón
libre, en la pureza de la infancia.
David González M.
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