LA DESINFORMACIÓN DEFORMANTE (D.G.M.)
Desde siempre la información ha
sido clave para conseguir ventaja de algún modo. Se ha utilizado para espiar,
para confundir, para sembrar el pánico, para convencer a propios y extraños,
para conseguir prosélitos de lo que sea y en menor medida para enseñar, educar,
formar, instruir sin adoctrinar. La manipulación de la información es tan
antigua como la humanidad, o debería decir como el egoísmo, el interés, la
codicia, etc.
Cuando en la segunda mitad del
siglo XIX surgen las agencias de noticias empieza la batalla por el control y
difusión de la información, los gobiernos vieron la oportunidad que brindaban y
no tardaron en apoyar y subvencionar su labor. De este modo las agencias
funcionaron más como aparato propagandístico que como medios de información
independiente.
Este aspecto determinó un modo de
contar los hechos, destacando lo que favorecía y ocultando o distorsionando lo
que perjudicaba a los gobiernos de turno. Así comenzó una práctica que se fue
perfeccionando con el tiempo, generando verdaderos departamentos con el único
fin de manipular la información, ofreciendo versiones de los acontecimientos
objetivos deformados y adecuados a los intereses gubernamentales. Por supuesto,
el negocio también define la circulación de la información, convirtiendo a las
grandes agencias de noticias como Reuters, Associated Press, Agence France
Presse, EFE, DPA, en imperios económicos con cotización en la Bolsa de Valores,
algunas con ganancias de miles de millones de dólares.
Con la aparición de la Radio y la
TV, la manera de contar las cosas se adaptó a los nuevos medios, configurando,
no solo la dramatización de los contenidos sino también el diseño de los
paquetes de noticias, su secuenciación en aras de lo que interesa destacar y
aquello por lo que se pasa de puntillas o simplemente no interesa. En esto ha
intervenido e interviene y participa con preferencia ese otro ardid
imprescindible en toda propaganda como es el Marketing. Los Estudios de Mercado,
en español, con sus baremos y clasificaciones de público objetivo, clases
sociales, intereses, conductas de consumo, etc., de la población, han
propiciado la súper especialización en el diseño y planificación de los
paquetes de noticias como objetos de consumo.
Esa manera de contar las cosas
supone, día a día, una influencia devastadora en el pensamiento colectivo, un
modelado del enfoque y de la opinión controlada por los poderes que sustentan y
controlan esos medios. Las agencias de noticias son ya también multinacionales
al servicio de gobiernos, de otras multinacionales energéticas, económicas,
farmacéuticas, políticas, informáticas, armamentísticas, religiosas, etc.
Esta influencia no es de ahora,
lleva muchos años produciéndose lenta pero constante, en un plan trazado y
planificado a largo plazo, solo que el plazo está casi finalizado, el plazo es
aquí y ahora, es decir, las consecuencias del plan son una realidad que se vive
y se sigue alimentando, con menos esfuerzo ya por mor de la inercia conseguida.
La capacidad de análisis, de
filtrado, de reflexión, de los acontecimientos diarios en una sociedad sin
criterio propio, donde la enseñanza y la educación están supeditadas a las ideologías imperantes y no a la
construcción del pensamiento libre, casi ha desaparecido. Vivimos en un complejo
entramado de paradojas y contradicciones, dentro de un Sistema impuesto que nos
ofrece, en apariencia, la posibilidad de comparar entre múltiples enfoques
informativos, aunque en realidad no difieren mucho entre sí, puesto que todos
ellos conviven dentro del mismo marco de representación y están sujetos a las
mismas reglas de juego, exceptuando los artículos de opinión personales ya sean
de periodistas, escritores, o cualquier persona con criterio al margen del que
el Sistema mediatiza. En estos casos dependerá de la evolución, ideología,
creencias, etc., que la persona en cuestión manifieste.
Con la aparición de la informática
y de internet, las agencias volcadas en “los viejos medios” han tenido que readaptarse
y lo han hecho con éxito. La prensa escrita está presente con sus versiones
digitales y nuevos negocios han surgido aprovechando el nuevo espacio,
transformando la manera de emitir y recibir la información. Estos negocios
millonarios son las plataformas de redes sociales (RRSS), de provisión de
imágenes y vídeos, navegadores y buscadores de toda la información vertida en
la web.
Internet ha propiciado que
cualquiera pueda expresar sus intereses y opiniones a través de webs, blogs y
RRSS. Estas últimas son, principalmente, las que han favorecido el eco de la
desinformación programada con mayor intensidad al propagar los bulos,
convirtiendo las redes en un escaparate de chascarrillos, de frases hechas, de
vacuidad analítica, de decir cualquier cosa con tal de decir y sobre todo de
información falsa.
El consabido efecto viral ha
legitimado el sinsentido de innumerables sandeces, cualquier estupidez se
convierte en noticia por el simple hecho de ser vista por millares de personas,
un efecto rebote propiciado por el morbo o las modas. El que algo se ponga de
moda es causa suficiente para que miles o millones de personas se dejen
influenciar sin más. Es un tema que abordaré en otro momento.
La saturación informativa resulta
ser otra clave para imposibilitar la reflexión y el análisis de los contenidos.
En un mundo donde prima el consumo, la información es objeto de consumo y como
tal debe ser tratada, para ser consumida, engullida, tragada sin masticación
posible.
Pero para que pueda haber un
filtrado verdadero por parte de la población de los contenidos publicados, no
solo en internet, sino también en la prensa impresa, en la radio y en el medio
televisivo, tiene que existir un pensamiento crítico construido y ejercitado,
consciente y entrenado. Éste solo puede darse en una sociedad que fomente el
auténtico aprendizaje, es decir, el conocimiento de sí mismo, basado en el
cuestionamiento permanente de la propia realidad y de la realidad exterior. Aprender
a pensar debería ser el lema de todo proyecto educativo, sin embargo, eso es
precisamente lo que el Sistema no quiere. No interesa que haya personas con
capacidad crítica sabedoras de sus derechos, con recursos para expresarlos y
exigirlos frente a sus gobiernos y demás actores sociales, porque en último
término, cada individuo se convertiría en un ser consciente y verdaderamente
participativo, cambiando sin duda el actual modelo de sociedad por otro más
humano, solidario y evolucionado.
En los sistemas de enseñanza
actuales y casi desde siempre, se entrena la memoria para recabar datos,
acumular datos para repetirlos y proyectarlos después al afrontar situaciones
que a su vez son repeticiones de otras situaciones anteriores, de este modo se
perpetúa el mecanismo de la repetición fijando la manera en que se hacen las
cosas, cerrando el sistema y evitando así que puedan surgir otras maneras de
afrontar situaciones, en definitiva bloqueando otros enfoques posibles en la
búsqueda de soluciones.
Este mecanismo de repetición
sustenta la práctica totalidad del pensamiento contemporáneo en una
civilización que, en sí misma, ha bloqueado sus verdaderas capacidades de
evolución, supeditándose a un Sistema donde prima la producción de dinero y
beneficio económico, algo que en realidad no representa más que una forma de
esclavitud consensuada y admitida por toda esa población incapaz de cuestionar
ese Sistema.
Como todo funciona de la misma
manera, seguramente no hay otra forma de funcionar. Es más que probable que la
inmensa mayoría piense así, precisamente porque desde abajo y desde arriba se
mantiene, incentiva y se paga ese modo de funcionar, pensar y vivir.
Este modelo, sin embargo, lejos de
ser el motor del desarrollo de nuestra civilización ha resultado ser el motor
de nuestra destrucción y desaparición como especie, si no se remedia, además de
producir una inestabilidad sin retorno para el Planeta, nuestro hogar. Aunque
este asunto merece un escrito aparte.
Siguiendo con el proceso de la
desinformación en los medios, muchos autores y medios se han pronunciado al respecto,
unos con profundidad de análisis, alertando y denunciando los oscuros hilos que
manejan los bulos o noticias, otros como simple eco de lo que resuena actual
para cubrir el espacio de publicación. En internet se funde lo real y lo
virtual, pudiendo transformar cualquier hecho real en una apariencia ficticia y
a la inversa. Internet es un pozo sin fondo donde parece encontrarse todo.
Por un lado facilita el acceso a la
información, ¿a toda?, ¡bueno! a toda la que hay vertida y que no se ha
censurado, pero, al menos a mucha más de la que la TV y la radio emiten.
También, según las páginas y sus autores, a otro tratamiento de los contenidos,
abriendo o ampliando espacios de debate público o personal, a mayor cantidad de
datos o a aquellos que han sido silenciados por los medios conocidos al
servicio del poder.
Por otro lado favorece la
deformación informativa llegando a alcanzar proporciones del todo indeseables usando
la propagación interesada de falsas noticias, como se ha comprobado en campañas electorales, la guerra de Irak, el
11S, Afganistán, etc., y todo lo que al Sistema imperante beneficie, caza de
votos, sembrar el miedo, anular la reacción de la ciudadanía, en definitiva confundir
al ya de por sí confundido espectador generando enfrentamientos entre los
diferentes grupos sociales con el fin de mantener dividida y estratificada a la
opinión púbica incapacitando su posible respuesta conjunta ante los variados
atropellos que el Sistema impone, sea mediante la política, la economía, la
religión, etc.
A la saturación informativa, antes
mencionada, cabe añadir el factor tiempo, se vive deprisa, las vidas de las personas se desarrollan comprimidas en
la exigencia que el Sistema decide dentro del tiempo lineal, así la vida
permanece constreñida en una superficialidad exclusivamente material, el gran
negocio de la vida y de la muerte.
Otro aspecto clave es el uso del
lenguaje, la manipulación de la información adquiere tintes inconcebibles
cuando determinadas palabras se utilizan descontextualizadas y se repiten en un
“masaje” que ni el mismo Marshall McLuhan habría predicho, o quizá sí. Por
ejemplo el término “Terrorismo”, incluido en casi cualquier contexto de
noticias, su profusión en los medios ha producido un cambio en las conciencias
permitiendo endurecer las políticas represoras en el seno de los países
democráticos aplicando medidas de recorte de los derechos fundamentales que
vulneran los mismos principios expresados en las diferentes constituciones.
Algo que ya preconizó G. Orwell en su libro “1984”.
Para concluir, el acceso a la
información requiere por parte del espectador usuario, sea a través de
internet, de los medios institucionales o de cualquier otro medio privado, un
análisis comparativo y pormenorizado de los datos, cuestionando su fiabilidad
hasta su comprobación, lo que no resulta fácil ni rápido. Sin embargo,
entrenarse en el ejercicio de la duda razonable de manera consciente podría
aumentar esa capacidad de pensamiento crítico necesaria para evaluar y
discernir con mayor claridad la realidad global en la que vivimos. Así se
podrían paliar, cuando menos, los efectos deformantes de la información
institucional manipulada y de todos esos contenidos falsos amparados, la
mayoría de ellos, en el anonimato, que pueden incitar a toda clase de
extremismos y violencias.
David
González M.
Referencias oportunas:
https://www.lavanguardia.com/internacional/20180429/443014307399/guerra-desinformacion-hibrida-fria-fake-news-ruisa.html
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